Desierto rojo
En las estribaciones montañosas de la cordillera de la Discordia, un grupúsculo de veinte hombres, en los que había nueve varones, cinco mujeres y seis niños, vagaba en busca de alimento. Se encontraban armados con un instrumental bélico rudimentario: lanzas con puntas de cobre, algún carcaj y flechas, aunque el jefe llevaba una espada corta de cobre en su cinturón.
Éste, un joven de unos veinte años se sentó en una de las enormes piedras repletas de musgo que se podían encontrar en aquel paisaje. Observó la vegetación: aunque la región en la que había aparecido el clan y éste se había separado de la tribu, no destacaba por la variedad o la exuberancia de la vegetación, cada vez se podían ver en aquel paraje formaciones vegetales más pobres: matorrales, zarzas y algún arbusto aislado a miles de metros de cualquier otro de la misma especie.