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EL RETABLO MAYOR DE
SAN MIGUEL DE PEÑARANDA DE BRACAMONTE

Unas favorables condiciones económicas movieron al Concejo de Peñaranda de Bracamonte y su parroquia a empeñarse en la fabricación de un nuevo y monumental retablo mayor. Para su elaboración no se escatimaron gastos. Se solicitó la traza al más afamado ensamblador del foco salmantino, Antonio González Ramiro, quien además se ocupó de la fabricación de la parte arquitectónica. La escultura se encomendó a uno de los talleres más destacados en la Castilla de la segunda década del siglo XVII, el de Sebastián Ducete y Esteban de Rueda, localizado en Toro. La policromía de la enorme máquina se dividió entre dos pintores, uno salmantino llamado Antonio González de Castro, y al zamorano Cristóbal Ruiz de la Talaya. En total el desembolso superó los 5.200 ducados.

La parte más sobresaliente era la escultórica. Fue realizada en su totalidad por Esteban de Rueda, sobre modelos elaborados en compañía de Sebastián Ducete, que murió en 1620 antes de comenzar a tallar las imágenes. Rueda dio por finalizada la escultura a mediados de 1622, momento en que se traslada a Peñaranda para asentarla. Una vez las esculturas en el retablo, el día de Nochebuena de 1622, Rueda recibe un segundo encargo para adornar con diversas figuras los pedestales del segundo y tercer cuerpos.

Dentro de ese enorme conjunto de esculturas y relieves, destacaba fundamentalmente la galería de imágenes de bulto redondo, todas ellas de tamaño natural o incluso mayores, que adoptaban una enorme variedad de posturas y actitudes declamatorias. El naturalismo de algunos rostros, la fuerza interior que expresaban las caras y las manos, y el virtuosismo en el tratamiento de los plegados hacían del conjunto, en palabras de Martín González, una de las cumbres de la escultura barroca española.