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ICONOGRAFÍA DEL DESAPARECIDO RETABLO MAYOR DE LA IGLESIA DE SAN MIGUEL DE PEÑARANDA DE BRACAMONTE

Jesús María Parrado del Olmo

La Contrarreforma, como reacción a la negación luterana del valor de la imagen, concede a ésta una serie de valores que se pueden resumir de la siguiente manera. Una cierta capacidad docente, muy necesaria en un mundo de mayoría analfabeta; un contenido ejemplarizante, que los fieles pudieran emular; y, por último, la facultad de transmitir ciertas emociones con las que se busca persuadir al devoto. Junto a ello, la Iglesia promovió algunas iconografías de temas y devociones negados por los protestantes. La figura de la Virgen, la de San Pedro, los apóstoles, la vida de los santos, los sacramentos de la penitencia y la eucaristía, etc. se multiplican desde el último tercio del XVI y alcanzan el mundo Barroco.

Desde esta óptica analiza el profesor Parrado del Olmo el retablo. La galería de apóstoles, con San Pedro y San Pablo a la cabeza, es habitual en este momento, cuando la autoridad del Papa y de los obispos católicos está siendo socavada por los reformadores protestantes. Las escenas de la infancia de Jesús que pueblan las entrecalles deben ponerse en relación con la Anunciación del pedestal del tercer cuerpo y la imposición de la casulla a San Ildefonso del banco, pues de lo que se trata es de defender la virginidad de María aceptando al mismo tiempo su maternidad. Los evangelistas se colocan en la predela, pues sus textos inspirados por Dios son el fundamento de la doctrina cristiana. Las virtudes, personificaciones de las cualidades que deben distinguir al cristiano, adornan el pedestal del segundo cuerpo. El Calvario, como acto supremo de la Redención, se sitúa en el ático, al tiempo que todo el retablo se corona por un relieve de la Trinidad y de Dios Padre.